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Summertime y Take five

El jazz siempre me gustó aunque, para un adolescente de la España de los 60, era difícil escucharlo. Pocos discos, mal distribuidos. El jazz era un género recluido en clubes, para mi inaccesibles, y ausente de las emisoras de radio.

George Gershwin, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Tres nombres que, por si solos, explican porque me gusta el jazz. A Gershwin lo descubrí viendo en la tele, con trece o catorce años, a través de una película sobre su vida: «Rhapsody in Blue». Esa música me enganchó. Louis Armstrong era entonces el jazz accesible en España. Su trompeta y su voz me enganchaban. Con quince años descubrí a Ella Fitgerald y, con ella, se asentó el jazz en mis oídos.

Tres nombres juntos en el tema más conocido de la ópera de Gershwin, «Porgy and Bess» y que abren los oídos de cualquiera.

Poco después, en el UHF, escuché la sintonía de un programa cultural. En la imagen se veían las vías de un tren que avanzaba al ritmo de esa música. Simple, sencilla y atrapadora.

Mucho tiempo después supe que aquello se llamaba «Take Five», aquella sintonía seguía dentro de mi cabeza.

Dos razones para que el jazz me haya gustado desde hace tantos años. Luego escuché el jazz de New Orleans, Benny Goodman, Glen Miller, Billie Holiday, Nina Simone,… Sobre todos ellos volveré en futuras entradas. Siempre merece la pena recordarlos.

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