
Siempre me engancharon las fiestas de moros y cristianos. Siempre quise formar parte de una filá de moros. Esa música que, seguro, nada tiene que ver con la época a la que se refiere pero, te traslada a ese ambiente inventado por las gentes de nuestro Mediterráneo con ayuda del cine.
La música omnipresente, las filás de amigos ataviados con imaginación desbordada, las filigranas con las espadas, ese modo de fumarse un puro con un exhibicionismo que nada tiene que ver con fumar. Los capitanes alzando la mirada al cielo con los brazos abiertos para recibir el aplauso de su público, toda esa fanfarronería chulesca y pícara que sólo persigue la diversión. Ellos y ellas, pocas veces mezclados pero siempre reivindicando su grandeza, esas conversaciones mientras se desfila con sonrisa pícara, las cabriolas de los caballos y el paseo de animales más o menos exóticos,…
Parte del carácter mediterráneo que me atrae, me divierte y, al tiempo, me repele. Una amiga dice de mi que mi problema es que soy protestante y todavía no me he enterado. Va a tener razón. No soy cantor, no soy embustero, me gusta más la cerveza, nada el juego. Me gusta pensar que tengo alma de marinero. Soy contradictorio. Qué le voy a hacer, si yo no nací en el Mediterráneo pero, me apasiona.
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