
A pesar de que detrás del NoDo o de la Twenty Century Fox había conceptos, ideas y propósitos muy distintos (de momento así lo dejo), sus sintonías me llevan al cine de mi infancia y adolescencia, al cine de barrio, de sesión continua, al cine de «reestreno», al cine con intermedios y venta de «bombón helado, mantecado y polos», a las salas «refrigeradas» dónde hacía calor y olía a pies. Sensaciones contradictorias y que, a pesar de tanta connotación negativa me llenan de buenos recuerdos.
A mi me gustaba entrar al comienzo de la sesión. No me gustaba encontrarme películas empezadas y reconozco que me gustaba ver el NoDo, Comenzaba con una loa al dictador que quería blanquear su imagen inaugurando pantanos , pescando enormes peces o rodeado de sus nietos. Continuaba con reportajes sobre temas «desenfadados» y contados por una voz muy engolada que quería hacer pasar por inofensiva a la dictadura. Repito, soy un tipo contradictorio. Es nostalgia de una edad y no de la España gris de aquellos años.
La sintonía de la Twenty Century Fox y el rugido del león de la Metro me llevan al cine de aquellos años y a la nostalgia de la infancia y la adolescencia.
A los cines de sesión continua podía entrar en cualquier momento y quedarte cuanto tiempo quisieras. El programa solía ser doble, precedido obligatoriamente por el NoDo y, entre películas y hasta en medio de la película, amenizado por los anuncios y el encendido de luces para cumplir con aquello de «Visite nuestro bar».

Los tráileres de las películas que estaban por estrenar y los anuncios de negocios del barrio y el de Coca-Cola eran complemento igualmente imprescindible en aquellos programas de sesión continua.
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De acuerdo con todo, a excepción que nunca entrábamos al comenzar la película, en mi caso entraba con mi madre cuando se podía y era un arte el ver la mitad de una película, la segunda entera y reconstruir la primera sabiendo lo que pasaba al final. Y mi madre diciendo: Niño esto ya lo hemos visto, había que convencerla de que no de que todavía no habíamos llegado. A veces se lo creía, otras no.
Un saludo.
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Mis padres eran forofos de la puntualidad. Cuando comencé a ir sólo al cine comencé a hacer esas cosas y me gustaba volver a ver el final de la peli que había cogido empezada. Con veinte años ricé el rizo: quedaba muchas veces cerca de Cuatro Caminos y si llegaba con tiempo me metía en el cine (el Montija que era especialmente barato) y veía un trozo de película, la que pusieran, daba igual. Lo disfrutaba más que esperando tomando una cerveza en un bar y me costaba lo mismo. Son cosas que ahora hay que explicar. Sino no se entienden. Un abrazo.
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