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Dulce hotel La Mandrágora

«Hotel, dulce hotel» fue el primer cd que entró en casa tras comprar aquella torre de cosas, en concordancia estética, que apilaba un reproductor de cassettes otro de CD´s, un ecualizador y, encima de todos ellos, un plato para los vinilos; a su lado dos estupendos altavoces. Aquel conjunto compartía la presidencia del salón junto con la tele. La vida y los hijos nos dejaban poco espacio para disfrutar aquel aparato.

Supongo que, junto con aquel CD llegó algún otro, pero no recuerdo cual. Sabina ya era un viejo conocido para nosotros. Ya teníamos, desde su publicación, el vinilo de La Mandrágora, y ya nos sabíamos de memoria sus canciones fruto dela tradición de Javier Krahe y, como no, Georges Brassens. El «Pacto entre caballeros» y aquello de «Mucha, mucha policía» que acabó por convertirse en grito manifestero siempre nos hizo gracia. Sabina es un «canalla» que cae bien, que sabe escribir y describir; que se contradice sin complejos, que enamora y resulta detestable, que resume lo más detestable del «progre» y sabe enarbolar los valores del progresismo. Una contradicción con guitarra que ha conseguido que coreemos sus canciones y aplaudamos sus letras.

La vida nos mantuvo apartados de vivir la experiencia de La Mandrágora, de los conciertos en directo con amigos y copas. Hasta lejos del buen rollo que emanaba de muchas de aquellas canciones. Cambiamos aquellas noches de cervezas, amigos y música por nuestros hijos y trabajar como burros para sacar la familia adelante. Ni Ella ni yo nos hemos arrepentido aunque, seguro, lo hubiéramos disfrutado.

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