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Grándola, ¡qué envidia!

Aquel 25 de abril de 1974 el ejército portugués se levantaba contra la dictadura que oprimía su pueblo. Pasaba aquí al lado, pasaba con un régimen muy parecido al nuestro y pasaba con un ejército que parecía muy distinto del nuestro. De hecho lo escuchaba en la radio y no me lo podía creer, ¡un ejército que se levantaba ante el dictador en lugar de ser su mayor línea de defensa!. Algo debía estar entendiendo mal y, sin embargo, los acontecimientos parecían confirmarlo. ¡Qué raro! y ¡qué envidia!

Un enlace con un poquito de la historia del siglo XX en Portugal y os cuento: Caetano, el dictador portugués, destituyó en 1974 al general Spinola que quería poner fin a la guerra colonial que suponía una sangría económica para Portugal y un incentivo para el descontento del pueblo portugués. Spinola tenía ese objetivo sólo como medida para «cambiar todo y que todo siguiera igual». Portugal era un país pobre con un elevado índice de emigración. No muy lejos de ellos, poco más ricos, andábamos nosotros.

En ese ambiente se crea en 1973 el MFA (Movimento das Forcas Armada) animado por oficiales hartos de su situación y progresivamente politizados. El 24 de abril a las 22.55 sonó una canción en la Rádio Emissores Associados de Lisboa, «E depois do Adeus» de Paulo de Carvalho, que había representado a Portugal en el Festival de Eurovisión. Era la señal para que las tropas comprometidas en el levantamiento se prepararan para la acción.

A las 00:25 horas del 25 de abril, la Rádio Renascença transmitió «Grândola, Vila Morena», una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen. Esa era la señal acordada para ocupar los puntos estratégicos del país. Aunque se trataba de un levantamiento militar no coordinado con la sociedad civil, la población salió a la calle manifestándose por doquier en favor de la libertad, impidiendo que los militares más tibios controlasen aquello o se volvieran atrás.

Wikipedia cuenta que: «Una camarera, Celeste Caeiro, que regresaba a casa cargada de las flores retiradas de los adornos de un banquete suspendido por la situación, no pudo dar el cigarrillo que un aterido soldado le pedía desde un tanque en la plaza del Rossio, justo al inicio del Largo do Carmo, donde los tanques de los sublevados aguardaban nuevas órdenes en una tensa espera desde la madrugada. Como la joven solo llevaba los manojos de claveles, le dio uno. El soldado lo puso en su cañón y los compañeros repitieron el gesto colocándolos en sus fusiles, como símbolo de que no deseaban disparar sus armas, extendiéndose la acción por toda la ciudad y generando el nombre con que la revuelta pasaría a la historia».

El 26 de abril comenzamos a creerlo. Aquello había triunfado, el apoyo popular fortalecía el levantamiento; las manifestaciones duraban horas y horas. Los portugueses, solidarios con los españoles, fijaban su mirada también sobre nuestra dictadura, hermana de la que ellos acababan de derrocar. Y comenzaban a pedir cuentas a la policía política del régimen portugués, la PIDE, que usando las mismas formas que nuestra Brigada Político Social, les habían aterrorizado. Aquí soñábamos con algo similar.

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2 respuestas a “Grándola, ¡qué envidia!

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