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El «Canto a la libertad» de Labordeta

Era septiembre de 1977, probablemente 11, aunque de eso no estoy seguro. Me habían licenciado de la mili en Santiago de Compostela unos pocos días atrás. Volví a Madrid pero en casa no había nadie, estaban celebrando el cumple de mi hermana en Barcelona, donde ella vivía entonces. El 13 tocaba celebrar el mío y no quería estar sólo. Viajé a Barcelona, Era mi primera vez en aquella ciudad que he llegado a conocer bien.

Pocos recuerdos iluminan aquellos días en los que retornaba a una nueva vida de cuyo rumbo, en aquel momento, lo ignoraba todo. Solo sabía que quería seguir luchando por el regreso pleno de la democracia a España y que eso lo quería hacer con Ella.

Cumplir el anhelo de visitar La Sagrada Familia, respirar Gaudí. Pasear por la libertad tras más de un año de mili, una prolongación de la dictadura en un tiempo en que la democracia parecía estar un poco más cerca, aunque yo no estuviera seguro de eso. Ese paseo lo hice por la Avenida de la Reina María Cristina, viendo las fuentes iluminadas y allí descubrí un tipo que cantaba ante la multitud: Labordeta. Era la primera vez que le escuchaba y me emocionó. Era el «Canto a la libertad» y respiré libertad.

Labordeta ha sido capaz de emocionarme y marcar el recuerdo de esa emoción de un modo permanente. Ese septiembre del 77 en Barcelona. Meses después viendo llorar a mi madre cuando oímos «Planta un árbol»

Y en aquella discusión parlamentaria, en la segunda legislatura de Aznar, cuando muchos demócratas sentíamos amenazadas las libertades públicas por aquel gobierno ultraconservador. Un diputado del PP le espetó «vete con la mochila a Teruel» y otro le dijo con arrogancia y desprecio «qué me dices cantautor de las narices». Fue cuando Labordeta exclamó «a la mierda, … ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados por la dictadura a poder hablar». Muchos demócratas sentimos que estaba diciendo algo que, cada uno de nosotros, quería decirle a aquel gobierno.

En cualquier caso siempre hay quien viene a estropear un buen día. Cuando terminó el concierto de Labordeta unas feministas repartían panfletos, me acerqué a recoger uno y, con muy malos modos me lo negaron por ser hombre y quizás por aquel pelo de soldadito que me situaba en un negro pasado. Me irritó profundamente, que por ser hombre y por mi aspecto, negaran el ejercicio de la libertad quienes decían luchar por ella.

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