
En el año 1970, Salvador Allende ganó las elecciones y llegó a la presidencia de su país. Traía de la mano un proyecto democrático que miraba por los más desfavorecidos. Contó con la animadversión de quienes, en Chile, vieron peligrar sus privilegios y de los Estados Unidos, que lo convirtió en pieza a batir. De su mano y con el golpe de estado de Pinochet cayó el gobierno democrático que a la izquierda nos había hecho soñar un mundo mejor. Ese mundo por el que en el 1968 se había luchado desde París a Praga, desde Vietnam a las universidades de Estados Unidos… El golpe de Pinochet fue el banderazo de salida para una serie de asonadas sangrientas: Chile, Argentina, Uruguay, Brasil que terminaron con la vida de miles de militantes de izquierdas en toda América Latina con el patronazgo USA.
El gobierno de la Unidad Popular de Chile tuvo mucha música: Violeta Parra, Víctor Jara, Inti Illimani, Quilapayún,… la nueva canción chilena que acabó, a manos de la dictadura de Pinochet, en exilio y asesinatos. El gran referente fue Violeta Parra. Tanto que el 4 de octubre, su fecha de nacimiento, ha sido elegido como «Día de la música y de los músicos chilenos».
Violeta Parra compuso “Gracias a la vida” un año antes de morir, un año antes de suicidarse. La vida es así de contradictoria. Para mí es un himno a la vida. Tiene aire de despedida pero reivindica la vida y creo que eso no hay que dejarlo para el adiós. Siempre es momento de hacerlo. Por eso tiene su lugar de honor entre «Lo + mío».
También la quiero recordar con «Volver a los 17»: «Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo. Es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente tan frágil como un segundo. Volver a sentir profundo como un niño frente a Dios. Eso es lo que siento yo en este instante fecundo…»
El 11 de septiembre de 1973el ejército chileno bombardeó el Palacio de la Moneda y asesinó a Salvador Allende. Luego comenzó el siniestro baile de la muerte: Víctor Jara fue detenido, y torturado, le cortaron los dedos y la lengua. Tras cuatro días, fue fusilado en el estadio de fútbol que la dictadura convirtió en campo de concentración. Hoy ese estadio lleva su nombre.
Quilapayún fue para mi la música militante, la música que llevaba en la cabeza en el movimiento contra la dictadura del general Franco. También fue para mi «La Muralla», un poema de Nicolás Guillén, reivindicativo, pero hermoso.
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No sé porqué, pero cuando escucho esta música se me eriza la piel.
“Te recuerdo Amanda” es una canción que me gusta muchísimo, la de “La muralla” recuerdo cantarla de pequeña, desconocedora en aquel momento del gran significado de su letra. Los músicos siempre han sido esos grandes luchadores de la verdad. Han puesto en riesgo su vida para dejar al mundo un testimonio, para gritar las injusticias en momentos donde al pueblo no se le da voz.
Un abrazo.
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Cuantos recuerdos me traen estas canciones. Son historia viva del pasado reciente. Las tengo en mi Spotify y no paro de escucharlas. Saludos!!!
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¡Prohibieron la quena y la música andina! Es como cuando la censura, de otro cierto país -que incluía a un nobel muy amigo de un rey, obligó a quitar del disco Aqualung una canción por la frase «en el principio el hombre hizo a Zeus» y autorizó un recopialtorio, ambos en el mismo paquete, que la única canción del LP Aqualung que incluŕia era precisamente la que había causado la que había obligado a quitar. …
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Vaya redacción final…
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