
En mi adolescencia, en el paso de los años 60 a los 70, veraneaba, por supuesto en familia, en la playa de Gandía. Tuve una adolescencia sosa y mis recuerdos de entonces son sosos. Recuerdo largas mañanas de playa; la cabaña de cañas que nos hicimos para huir de la sempiterna vigilancia de los padres; el cine de verano; la ¿música? de las fiestas nocturnas de los hoteles y mucho ruido. Seguro que hay gente de mi edad que disfrutó aquello. Yo no lo voy a pintar como un infierno pero tampoco como algo divertidísimo. Era lo que se despachaba en una familia de clase media en aquella España gris.
Cerca del apartamento familiar había un hotel que tenía baile todas las noches. Su fin de fiesta, invariablemente, consistía en una magistral interpretación de «Los hermanos Pinzones». Con aquel hit mantenían el nivel que marcaba su baile más repetido:
El fin de fiesta daba paso a un continuo trasiego de vespinos sin silenciador que amenizaban la noche con ayuda de los mosquitos. Un adolescente como yo debía estar en casa tras la cena (eso de las largas noches de verano en mi casa no iba más allá del cine al aire libre). Había que dormir. Al día siguiente te despertaba el «camión del tapicero». Si. ese mismo que, con la misma grabación has podido oír en estos días en el pueblo o la playa en que veraneas.
Mi gran aliciente era el cine. Durante todo el año teníamos que estar en casa antes de cenar o, siendo tolerantes, a las diez de la noche. En verano podías ir al cine de verano con los amigos (muy probablemente con papá y mamá unas butacas más allá) y regresar en cuanto acababa la película. Una película que, en muchos casos, ya habías visto pero, eso no te importaba.
Y no pierdo de vista que yo tenía la fortuna de que, cada año, podía ir de veraneo a la playa. La pena es que esa España estaba pensada para la mediocridad y la falta de imaginación. Quienes entonces, quizás no sabíamos qué, pero queríamos más, quienes queríamos otras cosas, otros horizontes,… recordamos aquello con la sensación de que nos robaron la juventud.
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Querido amigo: Desde que hace unos pocos meses nos conocimos por internet, he seguido con gran interés todos tus artículos, que guardo. Me ha encantado la cantidad de coincidencias entre tus vivencias, recuerdos, gustos, etc. y los mios. Pero al leer este de las vacaciones en Gandia, ha sido ya el colmo de los colmos. Yo veranee en Gandia desde 1965 a 1971, que me independice de mis padres y ya solo pasaba una semana o diez días con ellos. Recuerdo perfectamente los bailes en el hotel Bayren a donde iban a bailar mis padres una noche sí y otra también. Y también te diré que por mi parte era frecuente visitante de la discoteca Rompeolas 77, y de vez en cuando Kentucky. Yo vivía en los apartamentos Libélula, en aquellos tiempos bastante al final de la playa habitada y cerca de uno de los cines de verano. Como dato curioso te diré que aun conservo enmarcado un gran cartel que mangue de la película de los Hermanos Marx, «Una noche en la opera». Mi amor veraniego de aquellos años vivía en los apartamentos Costa Blanca, pegados al Bayren. Tuve una gran pandilla que salíamos todas las tardes y muchas noches. Además de las discotecas, pasábamos largas horas en la playa y a veces conseguiamos hacer un guateque en alguna casa con terraza o en algún chalet. También te te diré que hice muy estrecha amistad con los dueños de la librería que había en Gandia pueblo, al lado de la pastelería Tano. Eran una pareja de izquierdas con la que rápidamente conecte y que me prestaban libros prohibidos, tanto políticos como pornos. En la primavera de 1971, con motivo de uno de los estados de excepción, no precisamente por razones sanitarias, fui desterrado a Gandia, y pase unos meses en el apartamento de mis padres, al principio solo y después con la compañía de dos amigas valencianas perseguidas por la policía y que pensábamos que nadie las buscaría allí. Años mas tarde, ya casado y con hijos, volví algunos veranos a pasar unos días en la playa. Todo estaba cambiando velozmente y Gandia se estaba convirtiendo en un Benidorm bis. Cuando mis padres dejaron de ir por razones de salud, como ni a mis hermanas ni a mi nos apetecía mucho sumergirnos en la macroplaya de Gandia, la familia vendió el apartamento. En todo caso hay muchos recuerdos ligados a esos años adolescentes en Gandia, donde por ejemplo oí por primera vez a los Pink Floyd o leí Cien años de soledad o vi en la discoteca Kentuky, mientras intentaba meter mano a la chica de mis sueños, el aterrizaje en la luna. Así querido amigo he disfrutado con nostalgia leyendo tu entrega. Un fuerte abrazo y seguimos en contacto. Hector
El jue, 22 jul 2021 a las 0:01, Soy como el junco que se dobla, Pero
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Muchísimas gracias Héctor. Yo sabía que entonces veraneabas en Gandía. Lo supe cuando, al parecer, ya no lo hacía. Tu hermana Charo y yo teníamos conocidos y amigos en común aunque sólo nos conocíamos de vista y nunca nos paramos a charlar. El apartamento de mi familia estaba frente por frente de vuestro balcón, en los Dandy.
Yo soy del 54, pocos años más joven que tu y, en consecuencia, las consecuencias de mis desencuentros con la dictadura (que los tuve y gordos) me llegaron tiempo después que a tí.
Nunca disfruté de aquella playa. En la adolescencia yo era desastroso en la relación social (especialmente con las chicas) y, desde ese estadio, pasé a una juventud de «intelectual orgánico» muy politizado que me mantuvo alejado de discotecas y lugares de fiesta.
Un desastre del que es absurdo arrepentirse pues soy quién y cómo soy, a mucha honra, por aquellos pasos.
Me encantará seguir en contacto contigo. Un abrazo.
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