
Hace unos días, escuchando la radio, volví a oírla, Paquita la del Barrio cantando aquello de «Rata de dos patas». Como siempre, se me pintó una sonrisa en la cara y, como no, comencé a imaginar destinatarios. Resulta terapéutico.
Quizás por eso siempre me gustó el capitán Haddock (y Tintín me resultaba un pedante). Sin olvidar a Francisco Ibáñez. Sus personajes también dominaban la maldición.
Puedo pareceros agresivo a tenor de lo que escribo. No. Sólo insulto en la intimidad. Es un desahogo y todo un arte.
Os recomiendo la lectura de esta «Breve antología del insulto» publicada por la revista Jot Down que me parece muy acertada. Aprendamos de dos maestros, Góngora y Quevedo (aunque ellos no insultaban en la intimidad,
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