Historia de amor · Sin categoría

I want to hold your hand

Cada vez que me quedaba enganchado de una chica, casi siempre sin éxito, la asociaba mentalmente con una canción. Era tímido y desmañado, no tenía buena planta y las chicas solían preferir los malotes. Viento en contra.

Los Beatles forman parte de la banda sonora de mi vida y la letra de «I want to hold your hand» cuenta, quizás sin pretenderlo, todo lo que pasaba por mi cabeza en casi todas esas ocasiones y en esta en particular.

Esta vez fue en mi primer año en la universidad. Me prendé de una compañera que acabó diciéndome aquello de: «para mi eres un buen amigo», lo peor que ellas te pueden decir cuando tu tienes otros fines. Ninguna posibilidad de prosperar.

Y para más inri me lo dijo delante de buena parte de mis amigos. Fue mi culpa porque yo puse la oportunidad y ella sólo la aprovechó.

Quizás te guste ver otras entradas:

Historia de amor · Sin categoría

Mi limón, mi limonero

Éramos vecinos. Entre los 2 y los 11 años jugamos a representar todo tipo de parejas: detectives, indios, médico y enfermera, marido y mujer, … Estaba claro que nos íbamos a casar. No teníamos ninguna duda. Me mudé de casa y no nos volvimos a ver en siete u ocho años.

No recuerdo ni cómo ni porqué, pero nos reencontramos y subí a su casa. Allí me enseñó el último disco que se había comprado: «Mi limón, mi limonero». ¡Que bajonazo! Yo, entonces, era un joven contestatario con tintes revolucionarios y aires de intelectualoide (no me juzguéis, «cada hora tiene su afán»). Aquella canción era lo más opuesto a la visión que yo tenía de la vida, de la gente y de una mujer deseable.

Seguía siendo guapa pero no pude pasar de poner una sonrisa de compromiso y no volver a verla hasta que la casualidad volvió a cruzar nuestros caminos con casi cincuenta años, pero esa ya es otra historia, con su gracia y que en nada terminó. Sólo la sonrisa del buen recuerdo de nuestra niñez.

Quizás te guste ver otras entradas:

amor · Ella · Historia de amor · Sin categoría

We shall Overcome

En aquel piso compartido por varios amigos no había nadie. Ya me había ocupado yo de que no lo hubiera. En mi habitación estaba preparado el tocadiscos y un disco de Joan Báez  recién comprado. A mí no me entusiasmaba, pero sabía que a ella sí y allí estaba sonando aquella canción. «We Shall Overcome».

Son ellas las que eligen y ella ya había elegido darme la oportunidad, ¡Cuánto ridículo es capaz de hacer uno mismo!  

Eligió y fue el principio de una historia que, ¿quién me lo iba a decir? todavía dura. Hace unas semanas un íntimo amigo me dijo: “Tuviste la enorme potra de encontrarte con ella y zas…” Pues eso, “zas”, aguantó y sigue aguantando. Hizo posible que hubiera un futuro luchado pero razonable y, sobre todo, que haya un presente. El poder curativo del amor. 

Dice la wikipedia: «We shall Overcome es una canción de protesta que se convirtió en un himno del Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Las estrofas derivan de una canción góspel compuesta por el Reverendo Charles Tindley. Pete Seeger la popularizó al convertirla en una balada de folk». 

Un tema muy utilizado en todo tipo de protestas y manifestaciones, una declaración de resistencia, en español y en inglés, adaptada a eslogan en manifestaciones y, como veis, también sirvió como música de fondo en el patético intento por ligar de un jovencillo.

Quizás te guste ver otras entradas: