
Violeta Parra compuso «Gracias a la vida» un año antes de morir, un año antes de suicidarse. La vida es así de contradictoria. Para mí es un himno a la vida. Tiene aire de despedida pero reivindica la vida y creo que eso no hay que dejarlo para el adiós. Siempre es momento de hacerlo.
A Ella siempre le gustó. Está entre las primeras canciones que le oí cantar, acompañada de su guitarra. Siempre que la he escuchado se me ha puesto la piel de gallina. Sabe hacerlo. Ella me descubrió esa canción que tanto refleja mi actitud vital.
¡Tenemos que dar las gracias a tanta gente! A Ella, a los hijos, a nuestras familias, a quienes nos precedieron y pusieron la semilla de quien somos; a quienes nos suceden y dan razones para seguir viviendo y luchando; a nuestros amigos; a quienes nos han ayudado sabiéndolo; a los que lo hicieron sin saberlo y a quienes no quisieron ayudarnos y, sólo por eso, nos ayudaron.
La he canturreado muchas veces y hasta ha sido protagonista de alguno de mis escritos profesionales. Porque siempre hay que dar las gracias a los clientes; a quienes confían en nuestro quehacer; a nuestro entorno profesional; a nuestro equipo (desde el último que ha llegado al primero que se unió a nuestros proyectos); a nuestros colegas y sin embargo amigos y a nuestros colegas, encarnizados rivales que nos hacen trabajar para ser mejores.
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