
Creo que la descubrí en la radio. Esa trompetilla de carnaval, la voz ronca de Zaz y ese aire de jazz me gustaron. Ella me la tradujo y me hizo gracia la letra.
Viajé a París por trabajo, lo hacía cada dos años. Siempre echaba de menos encontrar a mis viejos amigos, perdidos por los vaivenes de la vida hacía muchos años. Paseaba por la calle buscando sus caras entre la multitud. Aquell vez, octubre del 2015, tuve un día libre para mi y lo aproveché caminando.
Visité la iglesia de la Madeleine, sabía que por allí cerca habían tenido su negocio, vana ilusión, buscando una aguja en un pajar. En una librería en la Rue Saint-Honoré compré para Ella una novela francesa (que resultó un truño) y más allá en un FNAC, cerca del Pompidou, un disco de canciones tradicionales francesas y el disco de Zaz dedicado a París.
Un mes después se demostró que la vida tiene magia. No nos veíamos desde el 79. Miento, la casualidad nos cruzó en Madrid en el 92, comimos juntos y quedamos en vernos en París en el verano del 93. P y J se separaron, cerraron su negocio y nos perdimos de nuevo. El 20 de noviembre de 2015 «El País» publicó en su portada un artículo «Que hacía yo cuando murió Franco». Aquél día P y J hablaron sobre esa fecha y recordaban que aquél día histórico habían estado conmigo. A P se le ocurrió buscarme en Facebook y me encontraron. Mi alegría fue enorme. Hemos prometido no volver a perdernos y lo hemos cumplido. Ya he escrito aquí sobre lo importante que para mi es la amistad.

Desde entonces P y J; aquel paseo premonitorio buscando sus caras por París; el disco de Zaz; aquél maravilloso intercambio de mails con J entre el 20 y el 21 de noviembre del 2015… Forman parte de una historia mágica con música de Zaz.
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