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Ob-La-Di, Ob-La-Da. La vida sigue porque vivir es fácil con los ojos cerrados

Usaba minifalda y tenía unos muslazos tremendos. Yo tenía 15 años y ella era nuestra profe «nativa» de inglés en el instituto. Creo que ninguno de sus alumnos (en aquellos años las clases ni soñábamos en que fueran mixtas) la mirábamos sin dejar volar la imaginación. Y sin la menor perspectiva de otra cosa. Eso sí, utilizaba un método que a todos nos enganchó al inglés. Nos enseñaba a entender las letras de los Beatles. Mucho inglés no aprendí pero, muchos años después tuve una conversación con un cliente alemán utilizando trozos de aquellas canciones. Seguro que mi amigo P se acuerda. Nos reímos muchísimo de nosotros mismos ese día.

La primera canción que nos enseñó fue «Ob-La-Di, Ob-La-Da». Un tema alegre que, quienes sabían tocar la guitarra aunque fuera de oído, la sacaron enseguida. Dicen los expertos que fue un tema precursor en la fusión del raggae y el pop. Lo compuso Paul McCartney. Lennon decía de ella que era «mierda para abuelas de Paul» pero, sin embargo, la entrada rápida y alegre del piano fue obra del propio John Lennon. Aún así «ha sido declarada la canción pop perfecta. Es a la conclusión a la que han llegado varios investigadores del Instituto Max Planck en Alemania después de analizar varios temas de este estilo». Incluso hay quien afirma que luego ha sido plagiada por otros grupos. ¿Estáis de acuerdo?

La idea de utilizar la música de los Beatles para enseñar inglés no era original de aquella chica. Pero eso no quita ni un ápice del buen recuerdo que de ella tengo y no sólo por sus muslos (que también) sino porque fue la primera profesora de inglés que consiguió que me interesase por aprenderlo. Lamentablemente no recuerdo su nombre. Cosas de la adolescencia y el machismo inherente a la educación recibida. Yo también soy culpable.

La película «Vivir es fácil con los ojos cerrados» cuenta la historia de como Juan Carrión Gañán, un profesor de inglés en el Albacete de 1966, decide viajar a Almería, dónde John Lennon rodaba la película «Cómo gané la guerra», para pedirle que corrigiera las transcripciones de las letras de los Beatles que sus alumnos habían hecho y que, en adelante, sus discos incorporaran la letra de las canciones. Consiguió las letras y que los discos de los Beatles las incluyeran.

Un ejemplo que aquella chica siguió quizás sin conocer la historia. Un recuerdo cariñoso para ella.

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La marcha «Los Voluntarios» para entrar al instituto

Estudié en el Instituto Ramiro de Maeztu, un centro que entonces era considerado por el Ministerio de Educación de la dictadura como modelo para el resto de los centros de enseñanza públicos. Citando a la Wikipedia: «La idea principal del Régimen en esos primeros momentos es la de contar con un Centro para formar a los jóvenes que iban a ser el pilar del nuevo Estado que emergía tras la Guerra. Por ello no se reparó en gastos para contar con unas instalaciones modernas en materia de laboratorios, medios auxiliares e instalaciones deportivas». Por supuesto yo, como alumno, era ajeno a esta consideración. Pero la sufría para bien y para mal. La entrada de los alumnos en el instituto es buen ejemplo de lo que cuento.

Formábamos en la plaza central de las instalaciones del instituto, una plaza presidida en su centro por una estatua del dictador. Formábamos ordenados por cursos y aulas. Formábamos con forzada imitación de lo militar en su más rancia acepción. En definitiva ese era el proyecto y el propósito de quienes cogieron las instalaciones del Instituto Escuela de la Institución libre de Enseñanza y las dieron una vuelta de 180 grados para reconvertirlo en un centro regido por el Opus Dei y sazonado con la imaginería falangista.

Luego desfilábamos para entrar en el edificio mientras los altavoces hacían sonar la marcha «Los Voluntarios». Por supuesto el título de la marcha y la entrada en clase daban lugar a todo tipo de bromas y chascarrillos.

Lo cierto es que fracasaron en sus planes. De aquellas aulas salimos personas de todas las creencias e ideologías imaginables formados por profesores que, en algunos casos estaban absolutamente alineados con los «valores» de la dictadura, mientras que otros eran «versos libres» o «simplemente» enseñantes. El Instituto, como herramienta de formación, gozaba de unas fantásticas instalaciones. Aunque la piscina siempre la vi vacía y rajada en su fondo. Todo un simbolismo.

¿Sabéis que recuerdo yo de aquella formación y esos desfiles? Cambiar cromos de coches. De entonces guardo en mi memoria la imagen de un preciosísimo Jaguar E de color azul, con un morro infinito. Un cromo que me enamoró de los coches y quizás ha tenido que ver con lo que he disfrutado de mi ocupación profesional que gira en el mundo dela automoción.

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“Je t’aime… moi non plus” (Yo te amo…Yo tampoco)

El 69. No podía ser otro año. En 1969 se publicó el disco sexi por excelencia: “Je t’aime… moi non plus” (Yo te amo…Yo tampoco). Los amigos del instituto nos volvimos locos con aquello. Nuestra imaginación se excitó con las imaginables consecuencias nocturnas. Obviamente no la cosa no dio para más. Con nuestros quince años y la estricta separación de sexos con la que la dictadura regía nuestras vidas solo podíamos aspirar a una más que agitada noche soñando con Jane Birkin. Así fue nuestra adolescencia.

La compañía discográfica española, Fonogram, que editó la canción pidió la obligatoria autorización. El censor vio la letra, no entendió aquello de «Entre mis riñones tú vas y vienes» y no escuchó la interpretación, ¿para qué si ya había leído la letra? y otorgó su visto bueno. Cuando se escuchó la canción en la radio, el Ministerio de Información y Turismo (que entonces dirigía Manuel Fraga , ese gran demócrata) se apresuró a prohibirla. En las tiendas ya se habían vendido 100.000 ejemplares y los vendedores escondieron las escasas copias que quedaban. En el rastro madrileño se vendían bajo cuerda a un precio sensiblemente superior. Al éxito de “Je t’aime… moi non plus” contribuyó también el Vaticano que denunció su «amoralidad» y excomulgó al ejecutivo de grabación que la lanzó en Italia. Lo prohibido siempre se ha vendido bien.

Para redondear la historia Brigitte Bardot, el gran mito sexual de aquellos años, también tuvo su papel: Serge Gainsbourg había grabado originalmente el tema con ella pero, el entonces marido de la Bardot, un alto ejecutivo de Playboy, no vio «con agrado» la relación de su mujer con Serge Gainsbourg y, «para evitar suspicacias» no se publicó esa versión hasta bastantes años después.

¿Cómo un tipo tan feo pudo tener tanto éxito con aquellas bellezas? Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Como colofón, el arreglo musical de “Je t’aime… moi non plus” parece claramente «inspirado» en un tema que llegó en 1967 a lo más alto de las listas: «A Whiter Shade of Pale» de Procol Harum. Juzgad vosotros mismos.

Quiero agradecer a Radio Gladys Palmera y a Banana Media sus posts en los que he recogido mucha información para escribir estas líneas.

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Hey Jude, Hey Topo

Desde hace un par de semanas me rondaba la idea de escribir una entrada sobre «Hey Jude» y enmarcarla en el recuerdo de cuando compré aquel single, al comienzo del curso 1968 – 1969. Yo tenía catorce años y comenzaba lo que entonces se llamaba el «Bachiller Superior»

Aquel disco lo tengo ligado en la memoria a un dibujo que hice caricaturizando a los profesores que tuve aquel curso. He buscado el dibujo, lo he encontrado, y he buscado en internet algo sobre aquellos profesores y el Instituto. He dado con una auténtica mina de recuerdos a los que, en el futuro, algún provecho sacaré. Continuando la búsqueda he redondeado el resultado. Mucho trabajo por delante.

Justo antes de comenzar el curso mi madre em llevaba al «economato» (una tienda precursora de lo que fueron los hipermercados y a la que se accedía con un carnet que acreditaba que pertenecía – mi padre – a un determinado gremio o colegio profesional) y allí me compraba la ropa y el material que elle estimaba que yo necesitaría ese curso. Aquel año acudí con la idea fija de comprar «Hey Jude» un disco que había comentado la revista «Mundo Joven» y que yo todavía no había escuchado. Junto con un anorak azul con dos rayas blancas a lo largo de una de las mangas, ese disco me acompañó durante años. El anorak llegó a ser una seña de identidad que me hizo reconocible, años después, en una foto de una manifestación por la amnistía que publicó «Cambio 16».

Cuando llegué a casa escuché el disco y me encontré con que no tenía nada que ver con lo que yo había escuchado de los Beatles. Todavía me quedaba tiempo para madurar, cosas de la adolescencia. Lo tuve que escuchar varias veces para que me gustase, pero el proceso fue rápido. Al principio me gustó más la vuelta «Revolutions» luego me gustó también, y mucho, «Hey Jude».

Tanto me gustó que su carátula sirvió de base para la caricatura que dibujé de algunos de los profesores que tuve aquel curso. De izquierda a derecha, en la imagen: Sr. Navarro, «El Topo» de historia; Gómez Menor, «El Bigotes» de ciencias naturales; El padre Mindán, «El Cuervo» de filosofía y Javier de Lorenzo, «P(x)» de matemáticas. Eran los más duros y no gozaban, entonces, de nuestra simpatía.

José Navarro Latorre, «El Topo» fue Catedrático de historia en el Instituto, me dio clases durante varios años. Era muy exigente, nos espetaba a menudo una frase muy suya: «niñatos tontitos de academia de décimo piso». Parece que estuvo muy comprometido con la dictadura pero no recuerdo un sesgo más allá del habitual en esa España gris que vivimos. En el primer COU experimental, cuando el resto de mis coetáneos hacían Preu, el Topo programó un curso de historia contemporánea que contenía un tema sobre el avance de la frontera oeste de Estados Unidos con el que todavía me entusiasmo.

El padre Manuel Mindán, «El Cuervo» era el catedrático de filosofía, un tipo indefinible, que dio clases casi hasta su muerte con 104 años; fundador, entre otros, de la Junta Democrática y maestro de toda una generación de filósofos; un cura que un día nos contó que había participado en el enfrentamiento entre comunistas y anarquistas en Barcelona, en la Guerra Civil. ¿Con quién o contra quién…? Alguien que, para marcar estilo, a comienzos de curso, sabedor de que le llamábamos “El Cuervo” soltaba una especie de graznido diciendo. “me voy volando que se me ha olvidado la pluma”. Siempre reía algún incauto al que se le caía el pelo.

Javier de Lorenzo, «P(x)» era profesor de matemáticas, terminó su carrera profesional habiendo ejercido como catedrático en las universidades Complutense y de Valladolid. Su obra se centra en la Historia y Filosofía de la Matemática y en la Historia y Filosofía de la Ciencia. 

El cuarto miembro del grupo, Gómez Menor, «El Bigotes» no ha dejado apenas huella en internet. Era muy aficionado a los chascarrillos y a los ejemplos exagerados que originaban todo tipo de chuflas a su costa.

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Clásica y rock, la buena música es eso, buena

Recién entrado en la adolescencia el profesor de música en el instituto nos enseñó a saber que querían decir los signos que aparecían en una partitura pero no a saber como sonaban. ¡Qué desastre de enseñanza! Muy rara vez nos puso a escuchar música pero en una de esas contadas ocasiones descubrí a Chaikovski y me gustó. Así me interesó por vez primera la música clásica. En el año 70 repusieron Fantasía, la película de Disney. La vi en una sesión matinal en el cine «Imperial» de la Gran Vía (estaba dónde ahora está el Primark 😢). Allí, entre otras sonaba el «Cascanueces» de Chaikovski. Fue de las primeras veces que escuchaba clásica durante más de una hora.

Y pocos años después, cuando ya terminaba la adolescencia, me reencontré con Chaikovski en una adaptación de la clásica al rock con Emerson, Lake & Palmer, un disco titulado «Cuadros para una exposición». El grupo me gustaba. No tanto aquella adaptación. Gracias a El Círculo Beatle por regar mi memoria.

Junto a aquella versión aparecían varios temas de la obra así titulada, de Músorgski que si me gustaron. Y que luego descubrí que alguno aparecía en Fantasía en una versión más canónica. Así descubrí la música del final del romanticismo. Se cerraba el círculo.

Hace unos días paseaba, charlando sobre este blog, con mi amigo CB. Hablando afloraron recuerdos y me contó que «Oh Lord why Lord» fue el primer disco que él se compró. Soy algo mayor que él (poco), yo también lo compré y lo conservo. Aquel disco versionaba en clave de gospel el canon de Pachelbel

He ligado este recuerdo a que quería escribir algo sobre Miguel Ríos y el «Himno a la alegría» y así ha nacido esta entrada.

Recuerdo hablar con mi tío P, sobre el «Himno a la alegría» que acababa de grabar Miguel Ríos. Me decía que estaba bien que se hicieran aquellas cosas, «es el mejor camino para que la juventud descubra la música clásica». Mi tío sabía de música, sobre todo de música clásica, era uno de esos renacentistas que sabían y se interesaban por todas las ramas del saber, un hombre con el que aprendías cuando hablabas y con el que, cosas de la edad, no hablé lo suficiente. Yo me lo perdí.

Buceando en mi memoria encuentro más ejemplos pero no se trata de aburrir. Destaco uno de mis favoritos y, en eso coincido con @raulrn que cuenta de «Buree», un magnífico tema de Jethro Tull: es el único tema de su álbum «Stand Up» no compuesto por Ian Anderson sino por el maestro Johann Sebastian Bach (1685-1750) para su “Suite en mi menor para laud, BWV 996 (BCL166)”; en concreto se trata del quinto movimiento: “Bourrée“, en alusión a la danza barroca de origen francés que se utilizó en los ballets y las óperas galas de los siglos XVII y XVIII.

Cierro esta entrada volando, casi, hasta la actualidad para brindaros un vídeo que tiene más de 100 millones de visitas en YouTube y que me encantó cuando lo vi. Une AC/DC con Vivaldi. Una fabulosa versión de un grupo llamado 2CELLOS y que, con ritmo de cine fusiona clásica y rock.

Seguro que todo esto lo cuentan mejor que yo en: La música clásica reconvertida en himnos de rock La música clásica en clave de rock y heavy metal o en Música clásica y rock

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The Doors y un buen recuerdo

Ja… era el mayor de todos nosotros, el grupo de amigos que compartimos el instituto, nos llevaba un año, era muy buen tipo, siempre de buen rollo y un loco por la música y los motores. Tocaba el bajo con un grupo de amiguetes al que llamaron «Fans Makers» Cuando queríamos tomar el pelo a quienes presumían de saber de música les preguntábamos por ese grupo y, cuando decían conocerlo, seguíamos el rollo mientras se nos escapaba la risa por todos los lados.

Fue Ja… el que nos descubrió The Doors. A alguno de los guateques de la pandilla trajo el «Morrison Hotel». Para mi fue un descubrimiento y enseguida busqué más cosas de aquella gente. Nada de lo que les oí me decepcionó. Se convirtieron, desde entonces, en uno de los grupos básicos en mi imaginario.

Ya era un incondicional de Doors al estrenarse «Apocalypse Now». Cuando comenzaba a sonar «The End» entendías la fuerza que tenía aquel grupo: La película empezaba con el protagonista tumbado en la cama, mirando y escuchando el sonido de las aspas del ventilador, que se convertían en las aspas de los helicópteros que bombardeaban con napalm los campos de Vietnam. Mientras la música y la letra daban significado a la historia que se iba a contar. Una gran banda sonora en la que destacaba «The End».

Un mito por sus letras, su música, su personalidad y aquello de «muere pronto y deja un bonito cadáver» que colocó a Jim Morrison en el club de los 27, genios de la música que murieron en un corto espacio de tiempo, un par de años con 27 años: Brian Jones, Jimi Hendrix, Brian Jones y, por supuesto el mismo Morrison.

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Cream, Sunshine of your love, Badge,…

En el instituto, en plena adolescencia, floreció mi gusto por la música al tiempo que nacieron todas las inquietudes sociales e intelectuales que conformaron la base de quien soy. El grupo de amigos que compartíamos instituto comenzamos a escapar de clase y juntarnos en una de las tranquilas callecitas que había a su espalda. Como ya he contado en este blog nos acercábamos a cotillear la sección de música del Corte Inglés, pero sobre todo hablábamos. Hablábamos de todo lo humano y lo divino y, claro está, sobre las nuevas músicas que llegaban, casi siempre desde fuera. España era, en aquellos años, muy gris. 

Recuerdo descubrir Cream de la mano de uno de aquellos amigos. El riff de la guitarra de Eric Clapton, la batería de Ginger Baker, el genio de Jack Bruce, me impactaron. Sunshine of your love. Merece la pena que escuchéis este directo y que traigáis a la memoria otros temas de esa gente con quienes se acuñó el concepto de Supergrupo. 

Añado, de propina, otro tema, compuesto por Eric Clapton y George Harrison (que toca la guitarra rítmica en la grabación). Comienza con el punteo del bajo de Jack Bruce y alcanza su clímax con una entrada sobrecogedora de la guitarra de Clapton.

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El Vuelo 605 con Good Vibrations

La radio me trajo la música y en la radio descubrí en los años 60 el programa de Ángel Álvarez, Vuelo 605. No recuerdo si primero lo escuché o lo descubrí a través de los pasquines semanales que, en el entonces recién inaugurado Corte Inglés en esa avenida que llamaron Generalísimo, daban cuenta de novedades y discos más comprados en el «Caravana Hit Parade» de Ángel Álvarez. Cada semana, en lugar de ir a las clases de la tarde, los amigos del instituto nos acercábamos a recoger el folleto de esa semana.

Vuelo 605, dirigido y presentado por Ángel Álvarez, se emitió entre la primavera de 1963 y el 2004. Pasó por Radio Peninsular, Radio Madrid, Radio Minuto y M80 Radio. El 26 de junio de 2004 se pudo escuchar su último programa. Menos de dos meses después fallecía Ángel Álvarez.

Héctor Maravall cuenta: «Caravana, era más, mucho más. Era el folk, el emergente folk rock,  el country,  el rhythm & blues, el sonido de California  y también Sinatra. La verdad es que tardé en conectar con Sinatra,  salvo “Strangers in the night” que me derretía». Ya os he contado que a mi me sucedía algo similar pero con «My way».

Diego Manrique escribió: «Su influencia en la apertura musical del país fue inmensa: en una radiodifusión autárquica y particularmente alérgica a las canciones en inglés, Álvarez seleccionaba con refinado criterio las últimas novedades de Estados Unidos y, tras la eclosión de The Beatles, el Reino Unido. Introdujo en España el sonido Nashville y, más decisivamente, el folk de Pete Seeger y Bob Dylan, facilitando el surgimiento de grupos y cantautores madrileños en la misma línea. Con el Club Caravana, que editaba boletines rebosantes de información, Álvarez nucleó a su alrededor una activa minoría de buscadores de la música de calidad, de donde saldrían abundantes periodistas, pinchadiscos de FM y empleados de discográficas.»

Hace años compré un recopilatorio del Vuelo 605 preparado por el propio Ángel Álvarez con 19 temas. Entre ellas escojo una: Good Vibrations de los Beach Boys que recuerdo haber cantado, y hasta bailado, con Ella, con mis amigos, en todo tipo de ocasiones. Hasta recuerdo escucharlo por vez primera cuando mi gran amigo de la adolescencia compró aquél disco.

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