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Himno de Ucrania: «Aún no ha muerto la gloria ni la libertad de Ucrania»

Aún no ha muerto la gloria ni la libertad de Ucrania,
Aún a nosotros, hermanos compatriotas, nos sonreirá la fortuna.
Se desvanecerán nuestros enemigos, como el rocío bajo el sol.
Gobernaremos nosotros, hermanos, en nuestra propia tierra.

Coro:
El alma y el cuerpo sacrificaremos por nuestra libertad,
Y mostraremos que nosotros, hermanos, somos de la nación cosaca.

Desde aquí toda mi solidaridad con un pueblo vejado e invadido. Desde aquí mi defensa de la democracia frente a la dictadura. Desde aquí mi deseo de poner punto final a un individuo que parece seguir al pie de la letra un libro de instrucciones escrito por el mismísimo Hitler. Desde aquí una voz a la clase política europea que parece no darse cuenta de que sigue el camino de Chamberlain. Desde aquí una petición de firmeza y paz. Sé que es fácil decirlo y no sé como se hace eso pero yo no soy político, quien dice serlo debe saber marcar el camino.

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El «Canto a la libertad» de Labordeta

Era septiembre de 1977, probablemente 11, aunque de eso no estoy seguro. Me habían licenciado de la mili en Santiago de Compostela unos pocos días atrás. Volví a Madrid pero en casa no había nadie, estaban celebrando el cumple de mi hermana en Barcelona, donde ella vivía entonces. El 13 tocaba celebrar el mío y no quería estar sólo. Viajé a Barcelona, Era mi primera vez en aquella ciudad que he llegado a conocer bien.

Pocos recuerdos iluminan aquellos días en los que retornaba a una nueva vida de cuyo rumbo, en aquel momento, lo ignoraba todo. Solo sabía que quería seguir luchando por el regreso pleno de la democracia a España y que eso lo quería hacer con Ella.

Cumplir el anhelo de visitar La Sagrada Familia, respirar Gaudí. Pasear por la libertad tras más de un año de mili, una prolongación de la dictadura en un tiempo en que la democracia parecía estar un poco más cerca, aunque yo no estuviera seguro de eso. Ese paseo lo hice por la Avenida de la Reina María Cristina, viendo las fuentes iluminadas y allí descubrí un tipo que cantaba ante la multitud: Labordeta. Era la primera vez que le escuchaba y me emocionó. Era el «Canto a la libertad» y respiré libertad.

Labordeta ha sido capaz de emocionarme y marcar el recuerdo de esa emoción de un modo permanente. Ese septiembre del 77 en Barcelona. Meses después viendo llorar a mi madre cuando oímos «Planta un árbol»

Y en aquella discusión parlamentaria, en la segunda legislatura de Aznar, cuando muchos demócratas sentíamos amenazadas las libertades públicas por aquel gobierno ultraconservador. Un diputado del PP le espetó «vete con la mochila a Teruel» y otro le dijo con arrogancia y desprecio «qué me dices cantautor de las narices». Fue cuando Labordeta exclamó «a la mierda, … ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados por la dictadura a poder hablar». Muchos demócratas sentimos que estaba diciendo algo que, cada uno de nosotros, quería decirle a aquel gobierno.

En cualquier caso siempre hay quien viene a estropear un buen día. Cuando terminó el concierto de Labordeta unas feministas repartían panfletos, me acerqué a recoger uno y, con muy malos modos me lo negaron por ser hombre y quizás por aquel pelo de soldadito que me situaba en un negro pasado. Me irritó profundamente, que por ser hombre y por mi aspecto, negaran el ejercicio de la libertad quienes decían luchar por ella.

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Lo + mío

Planta un árbol

Cuando murió mi madre, mi hermana y yo decidimos poner sobre su féretro un ramo de rosas rojas con una cinta y una inscripción: «Planta un árbol».

Se trataba del título de una canción de Labordeta que le había hecho llorar cuando apenas renacía la libertad en España, tras la dictadura. Mi madre era una mujer muy dura; pocas veces la vi llorar en mi vida y, en aquella ocasión lo hizo de tal manera que a mi hermana y a mí nos impresionó muchísimo. Leyendo su letra quizás lo entenderéis:

Planta un árbol sobre la tierra yerma
y ayúdale a crecer, ayúdale a crecer
igual al socialismo que tenemos que hacer,
igual al socialismo que tenemos que hacer.

Hubo un tiempo de árboles partidos
de voces acalladas, de miedos y de gritos.
Hubo un tiempo hoy ya casi vencido
que sólo las raíces crecieron al olvido.

Nadie pudo romper esas raíces,
nadie pudo matar la libertad,
nadie pudo impedir que ellas crecieran
contra el viento, la sangre y la impiedad.

Hoy están a flor de nuestras pieles
para formar un bosque sobre el mar,
la vida es implacable con el hombre,
la historia no se puede parar.  

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