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Para ver los soldados de Cataluña. Quisiera ser tan alta como la luna

Mi madre nos cantaba a mi hermana y a mí, cuando éramos muy críos, lo de «Quisiera ser tan alta como la Luna» y nos gustaba. Por supuesto nos quedábamos con lo de la altura y la luna y lo demás ni lo entendíamos ni teníamos el menor interés en entenderlo. Así se cantaba y no teníamos necesidad de entender nada más. Cuando eres adulto te preguntas más cosas: ¿Qué pintaban los soldados de Cataluña y el rey en aquella canción. ¿Quiénes eran?

Te lo preguntas, se lo preguntas a Google y buscas un blog que te lo explique. Mi madre ya no vive para contestar. Desolvidar cuenta la historia tal y como la entiende. Y estoy de acuerdo con él. Independientemente del rey en concreto y de la soldadesca mencionada, hoy y ya hace más de un siglo es sólo una canción infantil.

Mi madre, roja de familia de rojos, nos la cantaba sin preguntarse por lo de «servir al rey», republicana de cuna ella. No se lo preguntaba porque ella lo había cantado de niña y se lo habían cantado sus padres, socialistas, republicanos y maestros de la Institución Libre de Enseñanza, mesetarios sin relación ni parentesco con Cataluña, y que, probablemente, también lo habían cantado a finales del siglo XIX o comienzos del XX. Ya entonces la canción había perdido su entorno político, que seguro alguna vez tuvo, y sólo era una canción infantil.

Quisiera ser tan alta como la Luna

¡ay! ¡ay! como la Luna, como la Luna.

Para ver los soldados de Cataluña

¡ay! ¡ay! de Cataluña, de Cataluña. 

De Cataluña vengo de servir al Rey

¡ay! ¡ay! de servir al Rey, de servir al Rey.

Y traigo la licencia de mi coronel

¡ay! ¡ay! de mi coronel, de mi coronel.

Al pasar por el puente de Santa Clara

¡ay! ¡ay! de Santa Clara, de Santa Clara,

se me cayó el anillo dentro del agua

¡ay! ¡ay! dentro del agua, dentro del agua.

Al sacar el anillo saqué un tesoro

¡ay! ¡ay! saqué un tesoro, saqué un tesoro:

una Virgen de plata y un Cristo de oro
¡ay! ¡ay! y un Cristo de oro…

Sonrío recordando a mi madre cuando éramos niños. Quizás te guste ver otras entradas:

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Planta un árbol

Cuando murió mi madre, mi hermana y yo decidimos poner sobre su féretro un ramo de rosas rojas con una cinta y una inscripción: «Planta un árbol».

Se trataba del título de una canción de Labordeta que le había hecho llorar cuando apenas renacía la libertad en España, tras la dictadura. Mi madre era una mujer muy dura; pocas veces la vi llorar en mi vida y, en aquella ocasión lo hizo de tal manera que a mi hermana y a mí nos impresionó muchísimo. Leyendo su letra quizás lo entenderéis:

Planta un árbol sobre la tierra yerma
y ayúdale a crecer, ayúdale a crecer
igual al socialismo que tenemos que hacer,
igual al socialismo que tenemos que hacer.

Hubo un tiempo de árboles partidos
de voces acalladas, de miedos y de gritos.
Hubo un tiempo hoy ya casi vencido
que sólo las raíces crecieron al olvido.

Nadie pudo romper esas raíces,
nadie pudo matar la libertad,
nadie pudo impedir que ellas crecieran
contra el viento, la sangre y la impiedad.

Hoy están a flor de nuestras pieles
para formar un bosque sobre el mar,
la vida es implacable con el hombre,
la historia no se puede parar.  

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