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La música de las películas de Berlanga

Las películas de Berlanga retratan la vida con sentido del humor. Dejan en la boca una sensación agridulce. Mezclan lo dramático y lo cómico que tuvo, tiene y tendrá nuestro día a día. La música que eligió para esos retratos es la música de su tierra, la música de Valencia, la música de las bandas callejeras y las escuelas de música, la banda sonora de nuestros festejos populares y de sus películas. Una mezcla de zarzuela, revista, canción popular española, la de moros y cristianos, y el folclore más «folclórico». Eso explica porqué, cuando han querido homenajear a Berlanga en su centenario, no ha faltado una banda callejera tocando lo más definitorio de «sus» músicas: La Societat Musical La Eslava.

Berlanga dijo de si mismo: «…yo no soy un hombre excesivamente sensibilizado para la música. Si la música funciona bien en algunas de mis películas, será por un fenómeno ajeno a mis sensibilizaciones. A los músicos que han trabajado conmigo siempre les he dado unas ideas más literarias que musicales». He leído esas declaraciones y me ha venido a la cabeza «Bienvenido Mr. Marshall».

¿Os habéis fijado en la música que suena de fondo en el trailer de «Plácido»? Os al pongo en limpio porque explica que hace la música con una película. El foxtrot de «Plácido» se ha quedado como música que huele a cine.

Juan Francisco Álvarez cuenta con detalle en la revista de cine, Encadenados» la historia de las músicas y los músicos que escogió Berlanga para sus bandas sonoras. Yo sólo quiero recordar con vosotros las que han venido a mi memoria, las que me han gustado y han sido parte de mi vida, como «La vaquilla» que retrataba una España que, de otro modo y por desgracia, todavía vive.

Seguro que habéis escuchado o leído que, en las películas de Berlanga no podía faltar una referencia al imperio austrohúngaro. Era un amuleto. Le dio buena suerte cuando, por casualidad, la metió en «Bienvenido…» y ya lo hizo siempre. Yo no voy a ser menos.

Y vuelvo con las películas de Berlanga que más me gustaron y con las músicas de las calles de la Valencia que yo amo y que siempre están en mi recuerdo: Calabuch, un resumen de la Valencia de mi infancia tal como la he soñado y sólo recuerdo a través de los ojos de Berlanga y los incomparables guiones de Azcona.

Hasta con música religiosa sabían hacer «los jueves milagro».

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Paquito el chocolatero

He leído que un tal Edward George Honey, soldado y periodista inglés, en desacuerdo con los bailes y fiestas que celebraban el fin de la guerra, envió una carta al Evening News solicitando cinco minutos de silencio en honor a los caídos en la I Guerra Mundial. Quien escribió esa historia se pregunta:, «¿Y si Mr. Honey hubiese escrito una carta solicitando cinco minutos de mayor alegría, pues dichos bailes y fiestas no le parecían suficientes? Quizá hoy celebraríamos la muerte cantando Paquito el Chocolatero, y ya te digo yo que Paquito, todos abrazados, se alargaría hasta que salga el Sol».

Y lo cierto es que «Paquito el chocolatero» inyecta alegría en el alma. Ya os he contado lo que para mi es el Mediterráneo, y «Paquito» es su esencia. Una esencia que se vive en las fiestas de moros y cristianos y que más allá ha impregnado las fiestas de cualquier rincón de España y, por supuesto, las fallas en Valencia.

Pero «Paquito el Chocolatero» ha roto fronteras. En Toulouse trataron de convencer a mi hijo menor que ese pasodoble era música popular autóctona del sur de Francia. Y así la sentían aquellos gabachos, orgullosos de «sus tradiciones»

«Paquito» es marca España, así lo pienso y así parece pensarlo una de nuestras cerveceras, San Miguel, perteneciente al Grupo Mahou, que la utilizó como eje de su campaña publicitaria en el 2008.

Pero «Paquito el chocolatero» es netamente español, de Cocentaina (Alicante), habla del cuñado del compositor «un home molt formal que quan arriba la Festa va sempre molt colocat», Francisco Pérez Molina era hermano de Consuelo la esposa del compositor, Gustavo Pascual Falcó. Los padres de Francisco vendían chocolate y eran conocidos con el sobrenombre de Chocolateros. Francisco. Su vocación: las fiestas de moros y cristianos, junto a la música, son las dos caras de una misma moneda: en una el músico, en la otra el festero para los dos cuñados. En el verano de 1937 el compositor enseña a su cuñado Paquito tres composiciones musicales. Le pide que elija una de entre las tres para que lleve su nombre. Paquito sin dudarlo elige un pasodoble, alegre y dianero, que rima bien con su carácter festero, «Paquito el chocolatero».

Sería imperdonable no hacer un guiño al buen humor al hablar de «Paquito el chocolatero». Probad a teclear en Google ese nombre y buscad las imágenes. Entre ellas aparecerán con cierta frecuencia fotos de un individuo que nada tiene que ver con la alegría pero que protagonizó innumerable cantidad de chistes. ¿Porqué será’ que decía «La Bombi».

Paquito «El Xocolatero»
es un home molt formal
que quan arriba la Festa
va sempre molt colocat

Es posa el vestit de Festa
el puro, cafe-licor
i s´en va per la filada
per oblidarse de tot

(estribillo)

Pe’ l carrer va desfilant
entre flors i colors
el poble se’n va entregant
a la gracia d’ aquest home
que sap com ningu ballar.
Per el carrer va desfilant.
Cantueso i Herbero
per a poder-ho aguantar
mentre dura nostra Festa
tan valenciana, tan popular

(bis)

L’ endemá s´en va a la fabrica
i se posa a treballar
Cantueso i Herbero
per a poder-ho aguantar
fins que torne nostra Festa
tan Valenciana, tan popular

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Moros y cristianos

Siempre me engancharon las fiestas de moros y cristianos. Siempre quise formar parte de una filá de moros. Esa música que, seguro, nada tiene que ver con la época a la que se refiere pero, te traslada a ese ambiente inventado por las gentes de nuestro Mediterráneo con ayuda del cine.

La música omnipresente, las filás de amigos ataviados con imaginación desbordada, las filigranas con las espadas, ese modo de fumarse un puro con un exhibicionismo que nada tiene que ver con fumar. Los capitanes alzando la mirada al cielo con los brazos abiertos para recibir el aplauso de su público, toda esa fanfarronería chulesca y pícara que sólo persigue la diversión. Ellos y ellas, pocas veces mezclados pero siempre reivindicando su grandeza, esas conversaciones mientras se desfila con sonrisa pícara, las cabriolas de los caballos y el paseo de animales más o menos exóticos,…

Parte del carácter mediterráneo que me atrae, me divierte y, al tiempo, me repele. Una amiga dice de mi que mi problema es que soy protestante y todavía no me he enterado. Va a tener razón. No soy cantor, no soy embustero, me gusta más la cerveza, nada el juego. Me gusta pensar que tengo alma de marinero. Soy contradictorio. Qué le voy a hacer, si yo no nací en el Mediterráneo pero, me apasiona.

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